Existen varios caminos para llegar a Luis Hernández. El mío tal vez tenga que ver con un interés personal por la intersección de la medicina y el arte. Creo haberme identificado en algún momento con la dualidad médico-poeta de Luis Hernández. No puedo opinar de su poesía porque no soy ni literato ni crítico de arte. No quiero escribir de sus anécdotas de vida porque no soy biógrafo. Tampoco de su atractivo contracultural que tanto llama la atención de los jóvenes.
Quiero escribir de lo importante que ha sido la lectura de Luis Hernández en mi vida. En épocas en que he sentido algunas flaquezas vocacionales por la medicina moderna he cuestionado mucho dos frases populares entre los médicos: “la medicina es un arte” y “el que sólo de medicina sabe ni medicina sabe”. He necesitado un ejemplo de vida para creerlo. Y ese ejemplo fue Luis Hernández.
Carlos Alberto Seguín decía en su libro Tu y la medicina que hay muchas razones para llegar a ser médico. Todas respetables. La que haya tenido Luis Hernández tal vez no ha sido el prototipo de vocación médica pero si la mejor combinación de arte y medicina a mi entender. Esa interpretación personal me dio valor para creer en que la profesión médica puede convivir con el arte.
En mi búsqueda personal del medico-poeta conocí gente super interesante. Edgar O’Hara me enseñó a entender la voz poética, Herman Schwartz me mostró sus fotografías sobre Humareda, Carlos Runcie Tanaka me explicó la importancia del cangrejo en su cerámica, Reynaldo Arenas me habló de su faceta de músico, Max Hernández me enseñó a apreciar las buenas conversaciones. Todos ellos tienen en común en que Luis Hernández es parte de sus vidas. Y ellos, al igual que el propio Luis, me han enseñado a ser un mejor médico.
1 comentario:
lindo tu post!!!!!!!
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