Peguches en Seattle

Cada primavera hace más de 30 años el distrito universitario de Seattle organiza una feria en la calle donde uno puede apreciar una variedad de expresiones culturales y de entretenimiento. Este año en particular me llamó mucho la atención la presencia sudamericana con el grupo de música folklórica Quichua Machis. Al verlos uno puede adivinar que son sudamericanos pero no es tan fácil distinguir si son peruanos ecuatorianos o bolivianos. Si los escuchamos no podemos salir de la duda porque tocan música toda la región andina. Con la esperanza de encontrar algún compatriota me acerqué a preguntar de donde habían venido. Todos eran ecuatorianos. Pero lo que más me asombró es que no sólo provienen del mismo lugar, Otavalo sino que además todos se identifican como indígenas peguches y hablan quechua, su primer idioma, con mucho orgullo. Dentro de las cosas que me contaron estos músicos viajeros es que su tierra Otavalo tiene una de las mercados indígenas más importantes de Ecuador. Recordé entonces que alguna vez tuve la suerte de conocer Ambato, una tierra de la sierra de Ecuador que cada Febrero se convierte en un atractivo turístico por el Festival Internacional de las Flores y las Frutas. Ese viaje fue el punto de partida en mi afición por la música folklórica. Ahí pude ver un pueblo entero muy orgulloso de sus costumbres andinas. Ahí aprendí a querer más nuestra música. Compartí aquel viaje con el grupo de danzas Takaynamo de Trujillo con su respectivo grupo musical. Ahí escuche por primera vez una de mis canciones peruanas favoritas: Ciudad del Lago. Esta marinera puneña fue una de las del repertorio para el pasacalle en aquella fiesta de Ambato. Entonces les comenté esta experiencia a los amigos peguches y al manifestarles mi deseo de algún día volver por esas tierras casi a coro me recomendaron ir a la famosa feria de Otavalo. Creo que si la vida me da alguna oportunidad de volver a Ecuador iré a Otavalo sin dudas. La razón principal es porque los peguches que conocí casi por azar me han dejado una buena impresión no sólo como músicos sino también como personas. Como músicos me permitieron tocar por primera vez un bandolín ecuatoriano mientras compartía con ellos algo de nuestra música peruana.
Como personas me han enseñado que en Ecuador siguen existiendo pueblos que merecen ser visitados por mantener sus costumbres a pesar del tiempo.