domingo, abril 08, 2007

Pseudopagofagia deicida

En estos días de semana santa he reparado en que la afición de comer hielo que empecé a cultivar cuando vivía en Juanjuí me está convirtiendo casi en un deicida y hereje social (aunque debo reconocer que también lo soy por otros méritos). Aunque suelo definirme como pagófago por mis costumbres de tomarlo todo con hielo, obviamente es una exageración. Médicamente la pagofagia es un deseo compulsivo de comer hielo como un síntoma de deficiencia de hierro. Ese no es mi caso.
Si existiera el término que me describa en esta arista de mi vida sería la pseudopagofagia. Hago esto como una costumbre aprendida que me retrotrae a épocas de mi infancia. El sabor del hielo para mí es como el olor de la guayaba para Gabriel García Márquez. De hecho, descubrir a Macondo fue casi como redescubrir Juanjuí en palabras. Lamentablemente cuando leí que Melquíades llevó por primera vez el hielo a Macondo yo estaba en Lima, la horrible.

Algo tan simple me ha resultado algo difícil de compartir socialmente porque rompe algunos cánones casi religiosos de la vida diaria como, por ejemplo, el café y el vino.
Casi a diario en el desayuno veo café pero no lo tomo. La razón: no me gustan las bebidas calientes. Cada vez que Anita, quien suele encargarse de mis desayunos, me ofrece un café para variar mi desayuno siempre le digo: ya, pero helado y con hielo. La respuesta es siempre la misma se ríe y piensa que bromeo. Hasta que una vez el desayuno cayó en responsabilidad de Pamela. Ella tomó en serio mi pedido y ese día pude tomar café en el desayuno. Es casi un mandato divino tomar cosas calientes en los desayunos: leche, café, té, etc. No tomo nada de eso porque no le ponen sus respectivos cubitos de hielo. En el desayuno sólo puedo tomar jugos porque eso si se puede poner en el refrigerador.
Talvez al inicio esta costumbre psedopagofágica fue ocasionada por las altas temperaturas de Juanjuí, pero a la larga esto nunca más fue determinante. Por ejemplo, cuando estuve en Seattle con temperaturas alrededor de 0 grados centígrados, los desayunos siempre eran de responsabilidad enteramente mía. Por tanto, todos los días desayunaba bebidas heladas. En Seattle, la sede de Starbucks, no tomar café es casi como un sacrilegio. Bueno yo era un de esos seres extraños que rehusaba a entrar a las muchas cafeterías porque siempre creí que todo lo que venden es caliente. Me equivoqué. Con Magaly estuvimos de paseo por Vancouver y nos encontramos con Freddy, un amigo de la UPCH, por entera casualidad. Y llevaba en la mano algo que parecía un helado. Esa fue la primera vez que supe de la existencia del Frappuccino de Starbucks. Lamentablemente no conozco otro tipo de café helado que no tenga tanta azúcar como el Frapuccino.
Últimamente en algunas conversaciones con el Dr. Benjamín Marticorena quien debido a su formación en Francia es un gran aficionado al café, reparé nuevamente en este detalle. No tengo nada contra el café sólo contra su temperatura.

La segunda bebida endiosada que también me acarrea algunos desencuentros es el vino. Muchos sommeliers catadores y enólogos sugieren tomarlo sin hielo. Baco es el dios del vino. Vino es la sangre de cristo. Y yo el hereje deicida que lo mezcla con hielo.


Ayer fue Sábado de Gloria y el cumpleaños de Fernando. El fin de semana, después de días de estrés, ameritaba una celebración tranca con Fernando.
En un momento de la reunión, cuando me aprestaba a colocar los respectivos cubitos de hielo a mi copa de vino sentí un coro de voces que decía: Isaac, ¡¡¿Qué haces?!! Sentí como si estuviese cometiendo un pecado capital. Porque el vino no se toma con hielo, no señor (Talvez en Argentina por su tradición o en Alemania por su eiswin habrían sido más concesivos). Claro, todos tomando Whisky sí podían tener el privilegio de añadir cubos de hielo. Eso dice la norma, el dogma o el mandamiento. Nunca fui bueno en religión ni en temas afines. Pero lo cierto es que no me gusta el Whisky. Me gusta el vino y también el hielo. Si tuviera que elegir me quedo con el hielo. Así que la próxima vez no tomaré vino con hielo sino hielo con vino. Y me embriagaré libando hielo. Amén.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

francamente podria describirte _ no perdon- catalogarte o quisa encasillarte como un tipico personaje de algun universo cortazariano- pierre-

Anónimo dijo...

Q INTERESANTE ERES , BUEN RELATO ...JAJAA...TAMPOCO TOMO NADA CALIENTE EN EL DESAYUNO ...ME DUERME!