sábado, mayo 02, 2009

La canchita y el cine

Hace unas semanas fui al cine después de mucho tiempo. Magaly y yo fuimos con dos grupos de amigos distintos a ver “El gran Torino” y “Milk” en dos días seguidos. Las dos películas me parecieron interesantes. Pero lo que quiero contar en este post es mi escasa asistencia a los cines comerciales. Ir dos días seguidos a dos cadenas de cines es demasiado para mí. Por varias razones. No me gusta la decoración de los multicines con luces multicolores que me da la impresión que estoy entrando al set de nubeluz, algún circo del siglo XXII o a una nave espacial de Disney. Tampoco me gusta las multitudes que se precipitan para ver la "peli" de moda, para celebrar el cumple del pata, para matar el rato con alguien que uno no ve después de mucho tiempo y tiene muchas cosas de qué conversar. El resultado: gente hablando y comentando, gente besándose, gente haciendo cualquier cosa menos disfrutar el arte. Por eso hasta ahora no veo “La teta asustada” porque no quiero estar sentado al lado de gente ávida de moda que abarrotan los cines (bien por el cine peruano, así deben apoyar siempre el arte nacional). Sé que es una uena película como Madeinusa lo ha sido también, así que cuando baje la marea la disfrutaré con más calma.
Pero definitivamente lo que me ha llevado a escribir esto es algo que es casi sinónimo de cine para mucha gente: la canchita. Esta es la razón principal por la que no me gusta ir a los cines comerciales. La gente tiene que comer canchita justo cuando uno quiere escuchar tranquilo la película. Si no es canchita obviamente es la gaseosa es el sándwich o es cualquier comestible que suene, truene e interrumpa al que está sentado al lado. Y claro, nunca ha de faltar un celular que suene al ritmo del grupo 5 y algún despistado que lo conteste con un estruendoso. ALÓ!!!! ESTOY EN EL CINE!!!!!. Otro cantar es la gente que llega a última hora y se pasea delante de ti con el señor de la linternita para ver si hay asiento libre.
Volviendo a la canchita, María y Marina (las que de todo se ríen) no me creían que la canchita te puede distraer y quitar el gusto de la película como lo haría cuando estas escuchando un concierto de piano. Así que después de terminar de ver los comerciales (como si de televisión de señal abierta se tratara) por fin empezó “El gran Torino” y también la carrera de atragantarse de canchita. La curiosidad de Maria y Marina hicieron aguzar sus oídos para comprobar mi teoría sobre la canchita. Me miraban y decían en coro y con bis de yapa “ja, ja, ja... sí, se escucha” mientras yo trataba en lo posible de no escuchar ni a la canchita ni a ellas para zambullirme en el mundo que nos quería presentar la película.
Al día siguiente en “Milk” Sonia y Juan Carlos también se tuvieron que enterar de mi teoría sobre la canchita cuando minutos antes de empezar la película alguien propuso algo indispensable: comprar la canchita.
Ahora que se entere todo el mundo lo antisocial que me está volviendo la canchita, el celular y las multitudes despistadas a la hora de apreciar el arte.

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