En el Perú, el 2011 que se nos va ha sido designado como el "Año del Centenario de Machu Picchu para el Mundo". Algo que en su momento fue un tema de ardua discusión. Muchos intelectuales peruanos abogaban por una designación que conmemore el centenario del nacimiento de José María Arguedas. En mi opinión, el presidente García se equivocó porque prefirió relamerse, a coro, con el refrito popular de un orgullo desmesurado y casi delirante por promover Machu Picchu como la primera y última maravilla del mundo. Para las masas suena bonito cuando de orgullos nacionalistas se trata. Pero ¿valoramos realmente Machu Picchu los peruanos? Ya me he referido anteriormente a mi preocupación sobre los riesgos de la sobrexposición turística de Machu Picchu. Más interesante habría sido un título como "Machu Picchu para los peruanos". No necesitamos que los extranjeros nos admiren más por Machu Picchu de lo que ya lo hacen. Lo que necesitamos es que los peruanos no solo conozcamos Machu Picchu en su debida dimensión si no que además conozcamos otras obras formidables que nos dejaron nuestras antepasados. Estoy hablando Kuelap, del Gran Pajatén, Caral, Chavín de Huantar, Sipán y muchos etc. Cuando los peruanos conozcamos nuestras riquezas talvez debamos embarcarnos en la causa de promover con orgullo lo que tenemos. Si no ¿para qué serviría promover algo que no conocemos? Sólo por el hecho que más turistas nos dejen más dinero no justifica tamaña desmesura. Y prueba de que estamos empecinados en desconocer nuestra propia historia es que esta designación reafirma la idea que Machu Picchu fue "descubierta" por Hiram Bingham en 1911. Esto debe corregirse en el imaginario popular. Para eso tenemos autoridades de educación y cultura. Hiram Bingham no solo no lo descubrió sino que además hizo mucho daño a nuestro patrimonio. Hubo mucha gente notable que conocía Machu Picchu antes que Bingham. Eso es una deuda que tenemos con la educación de nuestro país.
De otro lado, Arguedas tampoco es conocido debidamente en nuestro país. Hubo varios intentos de celebrarlo pero muchos de ellos llenos de elogios empalagosos. Yo tuve la oportunidad de presenciar un homenaje a Arguedas en Berlín. Debo reconocer que me gustó mucho la discusión alturada de Alonso Cueto. Pero después de su ponencia hubo un despliegue eufórico e improvisado de música y danzas que en general no me gustaron por su falta de autenticidad. Creo que Arguedas habría sentido alguito de vergüenza ajena en ese momento. Todos estamos alegres de Arguedas pero casi no lo hemos leído. Pocos entendemos su legado en una justa dimensión, sin bombos y platillos. Las críticas más sinceras e interesantes (y no por eso lapidantes ni despectivas) que he escuchado sobre Arguedas han sido de Marco Aurelio Denegri y Luis Alberto Sánchez. Ellos, luego de resaltar su valor cultural, han sido objetivos en declarar sin miedo que el valor literario de Arguedas ha tenido sus limitaciones. Esto, sin embargo, no ha hecho sino reafirmar mis ganas de volver a leer Los Ríos Profundos que ambos rescatan como uno de sus pocos aportes literarios. De otro lado, sigo admirando el legado de Arguedas a la cultura en otros aspectos como la música y danzas (Cómo no recordar a Jaime Guardia tocando su canción favorita en la casona de San Marcos). Siento que así deben ser los homenajes, decir lo bueno y lo malo de los aportes de cada persona. No celebrando un falso descubridor extranjero y postergando un gran hombre peruano que con sus virtudes y defectos amo profundamente al Perú y a quien debemos muchos aportes a nuestra cultura.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario