Mi vida transcurre al margen del fanatismo a ultranza respecto al fútbol. Así que usualmente desconozco de las actividades habituales del fútbol peruano. Pero desde hace algún tiempo no he dejado de ser bombardeado de información periodística respecto al diminutivo en plural de la letra jota. Esa letra que antes me solía recordar a la página Web punto J que cumple un rol loable informando de una manera innovadora sobre sexualidad saludable entre los jóvenes peruanos. Ahora en su versión diminutiva y plural me recuerda unos jóvenes endiosados en su máxima expresión por la prensa nacional. Más aún, Alan García se adhirió al carnaval de entusiasmo buscando protagonismo oportunista. Desconozco si la gesta heroica que hicieron merece tanto. Desconozco si aquella proeza monumental que todos festejan es producto de algo histórico en el deporte nacional. Desconozco si merecen que sus nombres serán recordados en avenidas parques colegios etc. Sólo sé que si estos muchachos son tan buenos como dicen merecen crecer como deportistas al margen de todo este circo. Sólo sé que en nuestro país hay deportistas destacables olvidados y opacados por esta efervescencia barata. Sólo sé que la prensa amarilla no tiene derecho a confundir a estos jóvenes deportistas. Lo único sensato que he leído a este respecto es el artículo de León Trahtemberg llamado A contracorriente: fútbol sub-17 en el diario Correo. Al fin un respiro dentro de tanta pompa periodística exagerada. Los peruanos estamos tan ávidos de ilusiones, como la de la sétima nueva maravilla, que David Copperfield tendría harta chamba por estos lares.
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